“En Noruega hay un
fiordo (…) llamado de Berlevaag. (…)Hace sesenta y cinco años vivían dos damas
en una de las casas amarillas. (…)Fueron bautizadas Martina y Philippa por
Martín Lutero y Philip Melanchton.”
Así comienza esta pequeña joya narrativa, a mi juicio perfecta.
Narración, narración, y nada más que narración, como es característico de Isak
Dinesen o más bien de la aristócrata danesa Karen Blixen.”Sus narraciones tienen las notas de la novedad, de la gratuidad y de
la inagotabilidad, características de toda genuina creación” (1).
La historia de las dos damas noruegas y de su criada
francesa culmina en una maravillosa
anécdota que permite a Babette expresar
su arte exquisito, su saber hacer en la cocina. En la vida austera y piadosa de
las dos hermanas hubo un momento en el
que se jugó su destino. El joven militar enamorado de Martina, y el músico
maduro admirador de Philippa aparecen como por milagro en estas vidas apartadas
y dedicadas a una misión espiritual. Pero es a través de Monsieur Papin como
llega a sus vidas la fugitiva Babette, y será el General el único capaz de
comprender la grandeza y el sentido de lo que acontece.
La maravillosa voz de Philippa se pierde en el pequeño pueblo
helado. También se desperdicia el arte culinario de Babette preparando bastas
sopas y seco bacalao. Monsieur Papin en
su carta aseguraba: “Sin duda, oiré otra vez su voz en el Paraíso. Allí cantará,
sin temores ni escrúpulos, como Dios quiso que cantara. Allí será la gran artista
que Dios quiso que fuera. ¡Ah, cómo embelesará a los ángeles!” Con palabras
similares-largamente pensadas-la propia dama consolará a Babette en las
palabras que cierran el cuento: “¡Ah!
¡Cómo deleitará a los ángeles!”
El centro de la narración es la cena. Una cena para doce, en
la modestísima casa de las damas puritanas. Excepto el General y su anciana
tía, el resto de los invitados son ancianos sencillos, austeros y fanáticos,
que consideran el lujo como un pecado. Ante la monstruosa tentación imaginada
se han confabulado en el silencio. Y aunque no fuera así, carecen de palabras
para expresar lo que ven y sienten. Sin el General, permaneceríamos ignorantes
de lo que allí sucede: la belleza de los blancos manteles, el tintineo de las
cristalerías, la novedad de la fruta fresca, los sabores desconocidos, la
limpieza y el ritmo perfecto del servicio.
Pero vemos sus efectos: las lenguas se sueltan por efecto del
buen vino. Los ojos chispean, los corazones se ensanchan. Aparecen los
recuerdos alegres, las miradas se vuelven benévolas y el bienestar desemboca en
la más perfecta hermandad.
Finalmente nos espera la sorpresa mayor, que encierra una
lección de magnanimidad.
En “El festín de Babette” coexisten lo pequeño y lo grande:
la atención al detalle con la visión amplia. Está narrada con un ritmo sereno y
constante que abarca casi la entera vida de sus protagonistas, y resume en su
escena final el sentido de sus vidas. Su enseñanza está al alcance de la mano,
pero no se impone.
Cada personaje tiene unos rasgos bien definidos, y un papel relevante.
La casualidad está en el origen de algunos sucesos. Pero siempre es la libertad
humana la que decide sobre el destino. Las damas no aceptan las propuestas que las
alejarían de su destino. Babette nunca volverá a París. En la fidelidad a sí
mismas radica su verdad.
(1)Labrada,MªAntonia Sobre la razón poética EUNSA 92
(1)Labrada,MªAntonia Sobre la razón poética EUNSA 92
Qué bien me vienen tus entradas!!
ResponderEliminarVoy a leer este libro este verano.
Gracias!!!
Maguita no doy contigo.