lunes, 30 de enero de 2012

VOLVEMOS A ENCONTRARNOS, JANE EYRE

Quizá alguno de ustedes conozca el pueblecito de Hawort, en el condado de Yorkshire, al nordeste de Inglaterra, no muy lejos de York. Su paisaje resulta apacible en algunos días del verano, pero se convierte en salvaje y brumoso la mayor parte del año. El viento del norte sopla con fuerza, arrastrando nubes negras cargadas de agua, nieve y granizo, que azota los páramos, las casas y los escasos y maltrechos árboles, y convierte en lodo cenagoso los campos cubiertos de brezo.
Imaginemos este lugar sin las comodidades de nuestros días. En 1820 llegó a él el matrimonio formado por Patrick Brönte y su esposa, María Branwell. Ocuparon la modesta casa rectoral, aislada del pueblo, ya que el reverendo Brönte era pastor metodista, destinado a esta parroquia con un modestísimo sueldo. Con ellos venían sus seis hijos, la pequeña aún en brazos de su madre. Pero la desdicha venía a instalarse con ellos: en un año la tuberculosis se llevó a María, y el pobre viudo se vio obligado a enviar a sus cuatro hijas mayores a un internado, en Lancashire. Allí, debido a las duras condiciones de vida, las dos mayorcitas, María y Elisabeth contrajeron también la enfermedad  de la que murieron en 1825.
Imaginemos la desolación de aquella casa, en la que el rígido pastor educaba a sus cuatro hijos restantes, tres niñas, Charlotte, Emily y Anne, y un chico, Branwell, el más débil de carácter, necesitado de la protección de sus hermanas. Estas se unieron para sobrevivir juntas en aquél desierto de orfandad, pobreza y rigor religioso, inserto en una naturaleza aislada y durísima.
Para lograrlo unieron unas inteligencias sólidas y bien cultivadas, una unión inquebrantable y unas imaginaciones que les permitieron escapar mentalmente del ambiente opresivo al que parecían condenadas. El resultado fue tres mujeres escritoras sensibles, austeras y creativas, que apenas pudieron intuir el éxito de sus obras casi autobiográficas, nacidas en condiciones tan adversas.
Anne Brönte, la pequeña, falleció a los 29 años, dejando dos novelas muy interesantes aunque mal comprendidas en su tiempo.”Agnes Grey” y “La inquilina de Wildfell Hall”, en la que recrea  las duras consecuencias del alcoholismo que ellas sufrieron en su hermano Branwell, la oveja negra de la familia.
Emily Brönte, muy dotada para la poesía, murió también muy joven, con 30 años, dejando una extraordinaria novela:”Cumbres borrascosas”, un clásico del romanticismo inglés, traducida a todas las lenguas y llevada muchas veces al cine. ¡Quién no recuerda la versión que William Wyler dirigió en 1939 con Lawrence Olivier, Merle Oberón y David Niven como protagonistas!

“Cumbres borrascosas” nos introduce en un mundo familiar violento, de pasiones exacerbadas, con personajes en perpetua tensión. El amor, el odio, la crueldad y la moralidad puritana se entremezclan con algunos sentimientos sinceros y nobles en unos personajes tallados a golpes de martillo, silenciosos y esquivos, casi incomprensibles en su aislamiento para nosotros, latinos extrovertidos, acostumbrados al sol. Las pasiones explotan con exacerbada fuerza, al unísono con una naturaleza  enemiga y cómplice a la vez.
Charlotte Brönte fue la única de las hermanas que tuvo una vida algo más larga  y se casó con el clérigo ayudante de su padre. Murió a los 39 años esperando su primer hijo. Su obra fundamental “Jane Eyre” es algo menos sombría que “Cumbres borrascosas”, y propone un final amable para la joven protagonista, la virtuosa y luchadora Jane, trasunto de la propia Charlotte, que volcó en la novela muchas de sus duras experiencias, en especial las referidas al colegio de su infancia y a su trabajo como institutriz. También reflejó en su protagonista sus firmes y puritanas convicciones cristianas, matizadas por su delicadeza femenina, así como los sueños de felicidad de las hermanas Brönte, que tan bien reflejan la situación de inferioridad da la mujer culta y pobre de su tiempo. Curiosamente, “Jane Eyre” fue inicialmente publicada bajo seudónimo masculino: Currer Bell, pues su autora, conocedora de los prejuicios anti femeninos de su época, quiso así eludirlos.
Jane Eyre” se ha convertido también en un clásico de la literatura inglesa, que recoge los ecos de la denuncia social de Charles Dickens matizada por  la forma femenina de ver la realidad que propuso Jane Austen. La joven Jane es una heroína romántica, huérfana de padre y madre, educada en un horrible orfanato que se propone hacer de las niñas que sobrevivan al frío y al hambre “mujeres resistentes, pacientes y abnegadas”. Con la ayuda de una de sus profesoras, Jane se convierte en una joven culta y modesta que obtiene trabajo como institutriz de una pequeña de 8 años, que vive en una casa solariega: Thornfield.
Así comienza la parte más novelesca de la historia, con la presencia del dueño de la casa, el señor Rochester, y el profundo misterio que la casa custodia. Tras múltiples sucesos en los que Jane muestra su inteligencia clara y su firme voluntad, así como sus delicados sentimientos, la autora nos permite desembocar en un final feliz casi imposible, que aparece como premio a la virtud templada en la dificultad.
Tú sabes, Jane Eyre, que tu historia se ha publicado mil veces, y también  ha tenido múltiples versiones cinematográficas, aunque las más populares han sido las  que la BBC ha hecho para la televisión: una en 1973 de 5 episodios, otra de 1983 con 10 episodios y otra de 2006 de 4,quizá la mejor.
Recordarás que, de las versiones cinematográficas es memorable la que en 1943 dirigió Robert Stevenson con Joan Fontaine y Orson Welles. Es también muy conocida la de 1970, protagonizada por George C.Scott y Susanah York. En 1996, Franco Zefirelli lo intentó de nuevo con Charlotte Gainsborough, Anne Paquin y William Hurt.
La actual versión de 2011 ha sido dirigida por Cary Fukunaga, y está protagonizada por Mía Wasikowska (la Alicia del enloquecido Tim Robins) y Michael Fassbender con Judy Dench como eficaz secundaria. La crítica y el público la han alabado por ser una versión fiel al clásico y al mismo tiempo original, por ejemplo en su ruptura del tiempo narrativo mediante el flashback ,(la acción comienza in medias res)y por presentar una clara visión de los personajes, alejados de una Jane ingenua y timorata o un Rochester enloquecido. Lo que me parece más característico de esta película es su huida de lo espectacular y romántico, y su atención a lo esencial.Y lo esencial de Jane Eyre es su respeto por sí misma y su amor a la verdad.Todos los demás detalles narrativos están obviados en síntesis que facilitan la comprensión y no apartan la atención de lo importante.Aquí tú, Jane, te muestras fuerte, íntegra y rebelde, y tu patrón duro y quizá atormentado, pero sensato.
En fin, Jane Eyre, que volvemos a verte y a tenerte, y las jóvenes generaciones podrán conocerte, podrán saber cómo vivieron las mujeres del XIX, las que iniciaron con inteligencia y pasión una lucha por la igualdad que todavía continúa en nuestros días, y que, a despecho de algunas extremistas que la quieren hacer descarrilar por la vía del enfrentamiento con los hombres, la mayor parte de las mujeres continuamos con la complicidad de muchos hombres justos, y recordamos tu esfuerzo encomiable de dignidad y valor. Aunque tú me dirás que el esfuerzo se debe a tu creadora, Charlotte Brönte y a sus hermanas tan frágiles y tan fuertes, tan soñadoras y tan sensatas, tan femeninas y tan sabias, tan delicadas y tan sufridas. Nos alegra verte otra vez, Jane Eyre.
magvelkin.blogspot.com



1 comentario:

  1. Muchas gracias Maguita!este artículo me ha acercado a la vida de estas autoras, ahora leería sus novelas de otra manera, desde luego mucho más rica.
    BeaM

    ResponderEliminar