“Mucha gente prefiere la noche al día. Siendo así, quizá deba seguir el consejo de no pensar tanto en el pasado, y de mostrarme más optimista y aprovechar al máximo lo que me reste del día.”
Quien así habla es el mayordomo Stevens, un hombre ya maduro, en la etapa del balance acerca del éxito o el fracaso de su absoluta entrega a su trabajo. Stevens se conformará con haberlo intentado, sea cual sea el resultado. Una pregunta queda en el aire: ¿basta con la buena intención para justificar una vida? Y ¿quién juzga lo que es suficiente?
Alguien me comentó que se le había hecho pesada la lectura de esta novela de Ishiguro, no por su tema e historia, sino por una cierta monotonía en el estilo. Después de pensarlo, le respondí que quizás tenía razón, y es el tributo a pagar por el hecho de que el libro esté escrito en primera persona, y hayamos de suponer que el que habla es un hombre muy poco creativo, esclavo de la neutralidad, sometido a toda clase de formalidades, acostumbrado a matizar y suavizar de todas las formas posibles la dureza de la realidad.
Un hombre que no concibe la vida fuera de su trabajo, consistente en la atención a los mil detalles que constituyen la buena marcha de una gran mansión aristocrática inglesa en los años 30 del siglo pasado. Es el mayordomo perfecto, que justifica su vida en función de su trabajo. Si lee una novela sentimental, no es sino por mejorar su inglés. Si emprende un breve viaje para visitar a la antigua ama de llaves, no es para ver de nuevo a la mujer de la que pudo enamorarse, sino por una razón profesional.
Stevens vive la vida de modo vicario: él sirve a su señor y su señor sirve a la política y al país. El problema surge cuando la equivocación del amo arrastra consigo al criado. La sensación de fracaso es percibida muy pronto por el lector. El punto de vista tan personal del protagonista nos permite muy pronto conocer sus limitaciones y saber que sacrificó su vida a un empeño equivocado. O quizás no? Su intención fue buena, su sacrificio excesivo, su error manifiesto… ¿No es este un problema común entre los seres humanos? ¿Qué es mejor, reconocer el fracaso, o intentar no pensar más en ello? Unas sutiles preguntas surgen cuando cerramos el libro.
La novela dio pie a una excelente película, aunque algunos piensan que la elección de Anthony Hopkins como protagonista añadió a la personalidad del mayordomo un ingrediente de malignidad misteriosa inexistente en la novela. Me parece que tienen razón,y que el mayordomo cinematográfico tiene una complejidad mayor que el de la novela, lo que le hace quizás más interesante y extraño.
Kazuo Ishiguro "Los restos del día"Ed Anagrama
Muy bueno tu análisis de la película, como siempre son los tuyos.
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