sábado, 11 de junio de 2011

GALDÓS Y LOS ESPAÑOLES


Los Episodios Nacionales fueron una obra verdaderamente popular: miles de casas españolas contaban en su biblioteca con ejemplares de esta obra galdosiana. Probablemente pocos leían todos los volúmenes, pero muchos leían algunos. Con frecuencia se leían en familia, se consideraban una historia nuestra, algo familiar, un Quijote moderno que se heredaba de padres a hijos.
En la recepción y transmisión de los libros, los especialistas–editores, fi lólogos, profesores–, juegan un importante papel, generalmente positivo, pero no siempre. En el caso de los Episodios, algunos críticos y profesores han introducido un elemento de rechazo a la historia que se nos cuenta; ya no es la historia de nuestros abuelos, sino la de unos españoles que nada tienen que ver con nosotros, miembros de una sociedad lejana en mentalidad y espíritu, gente crédula y reaccionaria, cuyos pensamientos, creencias y amores ya no pueden ser los nuestros.
Estos críticos actúan de una forma extraña. Puesto que no piensan como nosotros –parecen decir-no pueden ser nuestros antepasados; esta no es nuestra historia, ni su tierra nuestra tierra. Me recuerdan al profesor Rodríguez Puértolas cuya “Historia de la literatura fascista” acaba de reeditar Akal. Todo lo que no es socialismo es fascismo, viene a decir .Y con ello manda a la inquisitorial hoguera la mitad de la literatura española.
Pero muchos leemos los “Episodios” con otro espíritu. Nos sentimos afectados por lo que se nos cuenta; intentamos comprender a estos abuelos nuestros, si bien es verdad que nos reímos de sus ingenuidades y disparates, rechazamos lo inaceptable pero encontramos con frecuencia oro entre la ganga. Venimos de ellos. Y veneramos la memoria de Galdós que fue capaz describir la historia entera del XIX español de forma tan veraz y amena.
Todos podemos y aun debemos ser críticos, es decir, ejercitar el criterio para seleccionar lo que heredamos la base de la que partimos. Pero no me parece razonable negarse a asumir la herencia de la historia de España, aduciendo que en ella no hay sino deudas, cargas negativas y errores. Algunos prefieren hacer como que no son hijos de nadie, y ningunean a los que sí nos consideramos afectados por nuestra historia. Todavía podemos recordar algunos el espectáculo lamentable que dieron determinados Intelectuales y políticos en 1992, ante el V centenario del descubrimiento de América, al querer reescribir la historia según sus prejuicios.
Estos críticos suelen aceptar sin embargo a don Benito como uno de los suyos, un hombre progresista; pues bien, que aprendan de él, porque Galdós sí se sintió afectado por la historia reciente de España, hasta el punto de dedicar un esfuerzo extraordinario a su recreación artística, con una fuerte base investigadora. Entre los españoles que sí han valorado a Don Benito se encuentran Arturo Pérez Reverte y José Luis Garci. A ellos debemos unas novelas y un cine que deben mucho a Galdós, añadiendo sin duda elementos propios. Me parece un buen camino a seguir, por más que algunos con mucho poder los ignoren. Ya veremos quién se lleva fi- nalmente el gato al agua en los gustos del público. Al menos en estos herederos de Don Benito hay sangre en las venas, y ven a España con los dos ojos, no sólo con el izquierdo.
Galdós, con su mirada de perro viejo, sabe captar muy bien las quiebras profundas de la sociedad española. Durante la guerra de la Independencia, la existencia de un enemigo externo provoca la apariencia de unidad. Pero Galdós intuye que es una unidad  pasajera, y lanza su mirada hacia el futuro con preocupación:
“Esta lucha, señora mía, o yo me engaño mucho ahora es un juego de chicos comparada con lo que ha de venir. Cuando se acabe la guerra, aparecerá tan formidable y espantosa que no me parece podrá apaciguarla ni aun el suave transcurso de todos los años de este siglo en cuyo principio vivimos. Yo, que observo lo que pasa, veo que esa controversia está ellas entrañas de la sociedad española, y que no se aplacará fácilmente, porque los males hondos quieren hondísimos remedios, y no sé yo si tendremos quien sepa aplicar éstos con el tacto prudencia que exige un enfermo atacado de complicadas dolencias. Los españoles son hasta ahora valientes y honrados; pero muy fogosos en sus pasiones, y, si se desataren rencorosos sentimientos unos contra otros, no sé cómo se van a entender”.
Es un diagnóstico realista, una vez vista la historia del siglo XX y aún del XXI…Algunos creímos que la transición a la democracia había sido ese médico que curaría los hondos males del enfermo; pero hay unos pocos que –bajo pretexto de hacer justicia- pretenden resucitar los demonios familiares. Generosidad pide el momento histórico.
Veremos.

3 comentarios:

  1. Recuerdo que leí por primera vez los Espisodios (al menos las dos primeras series) con gran avidez en aquella edición por fascículos que compraba puntualmente nuestra madre, y que yo le quitaba de las manos para leerlos antes siquiera de llegar a encuadernarse. De aquella primera lectura adolescente me quedé con la épica de las batallas, las aventuras y los amoríos, aunque algo comencé a entrever de la lucha interna de Salvador Monsalud y algunos otros protagonistas. Posteriores lecturas me han ayudado e poner un poco de luz sobre una época de la Historia española que últimamente muchos han tratado de hacer oscilar entre la épica patriótica y el revisionismo feroz. En todo caso, gracias Don Benito por haber fomentado mi pasión por la lectura.

    Pablo Velasco

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  2. Yo te recuerdo de jovencito leyendo mucho y estudiando menos.Pero el fruto de tus lecturas está ahí: un culturón que muchos querrían.Yo también fui fan de Don Benito, pero leerle ahora, con lo que ha llovido, es muy profético.¿Sabremos los españoles disfrutar alguna vez de la tierra privilegiada que nos dio la historia?

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  3. Gracias por tu benevolencia; en justicia debiste decir "Leyendo mucho y estudiando nada"...

    Por cierto, no me deja publicar los comentarios con mi cuenta de google, únicamente como anónimo. O quizá no sé bien como hacerlo. Investigaré un poco más.

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