Se trata –como es sabido-de una breve novela de escasa acción y diálogo, reconocida como una obra maestra de penetración psicológica y de belleza literaria.
Lo esencial en ella sucede en el alma del protagonista el escritor Aschembasch, de Munich; junto con él, los protagonistas son el tiempo (un verano que termina) y el espacio, la ciudad de Venecia. Estamos en los comienzos del siglo XX.
Aschembasch es un escritor de éxito, como el propio Mann; un hombre culto y refinado, cuya esposa ha fallecido; tiene escasa relación con su hija ya casada; en fin, es alguien que, solitario, se acerca a la senectud.
Voluntarista, racionalista, solitario, el Profesor Aschembasch, cansado de su disciplina creativa, de su esfuerzo por mantener su fama bien ganada de escritor exigente, toma al inicio de la narración una decisión imprevista , de esas que responden a una corazonada ,a un capricho, y decide viajar.
Va primero a Como, pero el ambiente le disgusta, y entonces se dirige en tren y barco a Venecia. Visconti en su versión cinematográfica, ha sabido fotografiar la llegada del barco del Profesor a la laguna veneciana, recortándose en un cielo enrojecido por el atardecer.
Un viejo borracho y pintado, una góndola negra como un ataúd son detalles simbólicos que se van quedando en nuestra mente.
Aschembasch se instala en el Hotel de Baños, en la playa del Lido, que rebosa de clientela distinguida; europeos y americanos comparten los amplios salones y comedores.
Y entonces sucede lo inesperado. La mirada del escritor se cruza con la figura de un hermoso adolescente polaco que pasa allí sus vacaciones con su aristocrática madre, acompañado de sus hermanas y de una institutriz.
Todo el resto de la novela nos describe la tempestad arrolladora que la belleza de Tadzio ha causado en Aschembasch. Él que defendía la espiritualidad de la belleza, fruto del artista, ajena a los sentidos, ha de reconocer que aquél efebo rubio ha despertado en él un sentimiento que desconocía y que sólo puede denominarse amor.
Pero el Profesor no es un pederasta, un depravado, sino un hombre digno que intenta sobreponerse a su pasión. Quiere seguir siendo respetable, quiere actuar con lógica y racionalidad. Intenta huir justificándose con razones de salud, incluso recoge su equipaje y marcha a la estación…pero la fatal atracción le hace volver.
Nada más que leves miradas de soslayo, sonrisas educadas de reconocimiento son el lenguaje que cruza con Tadzio. Poco a poco el Profesor, arrasado en su serenidad, rompe ya todos los diques de contención que la educación y la moral imponen.
Sigue al chico y su familia desde lejos, y se siente angustiado por el clima enervante que se respira en Venecia. Entre cuchicheos descubre que se han dado varios casos de cólera en la ciudad. La prudencia aconseja marcharse, mejor hoy que mañana, pero no puede moverse.
Quiere y no quiere; sabe qué es lo mejor y no lo hace. Sabe que hay un peligro y no puede huir. La vida del Profesor- tan serena, tan razonable-, se ha convertido en un horrible sueño del que no puede salir. Su pesadilla le introduce en una orgía macabra que derrumba todo su pasado.
Todo enamorado quiere ser amado, y Aschembasch se sabe viejo .El peluquero del hotel tiñe sus canas y maquilla sus mejillas, en un patético afán de rejuvenecimiento.
Llega así la mañana final, en que el Hotel está ya casi vacío, el verano termina y apenas baja ya gente a la playa. Tendido en su hamaca, Aschembasch observa los juegos de Tadzio, sus peleas, y su adentrarse en el mar ya otoñal. Con encantadora tranquilidad el niño señala el horizonte. Y el corazón débil del Profesor Aschembasch se para mientras gruesos goterones de tinte recorren su cara y mira, con débil sonrisa el brazo erguido de Tadzio que lo guía fuera del mundo.
Es un gran acierto de Visconti el haber cambiado la dedicación artística del protagonista de la literatura a la música pues es sabido que fue realmente Mahler el inspirador de esta historia. Esta decisión permite a la música de Mahler erigirse como un protagonista esencial. La quinta sinfonía, y en especial el Adaggietto, crea un ambiente en el que se expresa belleza, dolor, sutileza, melancolía, fuerza, modernidad… una música tan bella que duele, como dolía a Aschembasch la belleza de Tadzio.
Probablemente Mann quiso fijarse especialmente en el tema de la belleza sensorial y de su fuerza frente a la racionalidad Pero yo quisiera fijarme en otro aspecto, que es el de la fuerza del enamoramiento frente a lo razonable y compatible con las propias decisiones anteriores.
Vivimos en un tiempo en el que se defiende con denuedo los derechos del corazón. Enamorarse y desenamorarse son vistos como algo fatal, algo que adviene de fuera y que deja al ser humano inerme, sin elección.
Es verdad que “to fall in love” es algo que sufrimos pasivamente. Y que puede, o no, ser el origen de una historia de amor. Para decidirlo está la voluntad, pues la madurez implica que la razón rija al corazón. Y en la decisión deben aparecer elementos nuevos que hagan de la decisión del corazón una decisión acertada y coherente con nuestra vida y nuestras decisiones previas También el corazón tiene deberes.
El amor puede asaltar por la belleza o por otras cualidades (a veces inexistentes). Pero sobre él hay que construir un amor maduro, hecho de realismo, tolerancia y perseverancia. Sólo así el amor es camino de felicidad y plenitud personales.
Yo también he leido y visto la película. La escena cuando el niño señala el horizonte para mí también significa el amor imposibe, a veces el amor no lo puede todo. !Qué bien escribes , gracias por invitarnos a tu blog!
ResponderEliminarHe leído tu comentario sobre Muerte en Venecia, que me ha gustado mucho. Tiene, sin embargo, un gazapo: no es la tercera sino la quinta la sinfonía de Mahler a la que corresponde el adagietto de marras.
ResponderEliminarUn abrazo desde Bogotá
¡Gracias! Lo corregiré de inmediato
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