Es la segunda de una serie de novelas policiacas de este
autor gallego que hace gala de su conocimiento de ese hermoso rincón de España.
Además de una investigación policiaca, Villar se explaya en sus paisajes,
calles, costumbres, clima, gastronomía gallega, y especialmente describe ese
modo de ser propio de esta tierra, tranquilo, realista, prudente y a la vez taimado,
que no expone fácilmente su pensamiento, que contesta a una pregunta con otra,
que elude las afirmaciones tajantes y se mueve en una cierta neblina como la
que con frecuencia envuelve su paisaje.
En la playa de Panxón ha aparecido el cadáver de un marinero
con las manos atadas. La investigación del comisario Leo Caldas da pocos
resultados, pero finalmente se abre al recuerdo de unos acontecimientos pasados
que serán la clave para resolver el asesinato. La pareja de Caldas y su
ayudante aragonés resulta simpática, y para el lector no gallego
tranquilizadora; no es sólo él el que no entiende algunas cosas de este mundo
celta.
La acción es lenta, con abundantes diálogos y prosa clara.
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