El autor, periodista, es un excelente conocedor de la lengua española,
y ha escrito numerosos libros y artículos sobre cuestiones relativas al
lenguaje. Es el autor del “Libro de estilo” de El País.
Por eso no es de extrañar que, en su primera incursión en la novela,
tome como motivo una cuestión relativa al lenguaje. El protagonista, profesor de
lengua en paro, se asocia con un policía para ayudarle a resolver delitos en
los que aparecen textos, como anónimos, cartas, contratos, etc. La experiencia
del profesor le ayudará a descubrir los rasgos de estilo que pueden incriminar
a una persona, o confirmar un delito. En efecto, como aclara el mismo autor en
la contraportada, un estílema es “un rasgo lingüístico propio de una persona,
producto de su origen, educación y experiencia”.
Por ejemplo, el hecho de acentuar siempre un monosílabo
inacentuado, como fe, permite localizar al autor de un fraude. El ingenioso
planteamiento de la novela logra varios momentos muy interesantes. Sin embargo,
adolece de falta de acción, excesivas reflexiones y diálogos algo pesados. En
conjunto resulta entretenida y original.
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