martes, 29 de enero de 2019

EL CASTILLO DE DIAMANTE Juan Manuel de Prada




Juan Manuel de Prada



El autor intenta en esta novela explicar las razones psicológicas que llevaron a Ana de Mendoza, Princesa de Éboli, a denunciar ante la Inquisición de Sevilla el "Libro de la vida" de Teresa de Jesús, traicionando así la buena fe con que la carmelita le había entregado el ejemplar manuscrito que había dirigido a su confesor.

En una nota final, de Prada distingue los datos históricos de los imaginados por él. Sugiere, por ejemplo, que la Princesa y la santa se pudieron conocer en Toledo, en el Palacio de doña Luisa de la Cerda, pariente de Ana Mendoza. Sugiere también un progresivo distanciamiento debido a la mala fe de la Princesa envidiosa de la vida espiritual de Teresa, que es lo único que a ella, privilegiada por su belleza y por su nacimiento, le faltaba.

Un tiempo después la Princesa de Éboli exige la presencia de Teresa en Pastrana para fundar allí un convento que ella subvenciona como Protectora. Teresa teme perder la libertad que le da la pobreza. La situación termina con un enfrentamiento inevitable, ya que las exigencias de Ana son inasumibles para la carmelita.

Juega un importante papel de connivencia con la Princesa su aliado político Antonio Pérez, secretario del Rey Felipe II.

Creo que Prada ha construido una magnífica novela histórica, que no se pierde en detalles, sino que se centra en los retratos de sus protagonistas, muy verosímiles y bien trazados, nada reduccionistas, cosa difícil con dos mujeres tan fuertes y definidas. Sólo se exagera en los personajes secundarios, trazados a veces con trazos grotescos y ridículos, con una ironía muy divertida. En contraste, Ana es la mujer poderosa, bella, imperativa, ansiosa de poder y coartada por ser mujer, aunque con un matrimonio muy satisfactorio y fecundo. Pero su afán de tenerlo todo la acerca a la esquizofrenia .Teresa se alza majestuosa ,sincera y equilibrada, en una situación difícil.

El lenguaje es muy atractivo, y se construye con el telón de fondo de las grandes obras literarias del siglo de oro; desde la Celestina a Garcilaso, del Lazarillo al Buscón, pero sobre todo, el Quijote, en su decir claro, elegante y popular.


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