La vida guarda sorpresas, como por ejemplo este libro, que ha
roto mis esquemas acerca de la mujer de Cervantes. El hecho de que el escritor
ya maduro (37) se casara con una joven (19) de un pueblo toledano; y el hecho
de que dos años después de la boda Cervantes emprendiese sus viajes por
Andalucía como Comisario Real para la Armada, han llevado a muchos a pensar que
el matrimonio no fue un éxito, que Cervantes no encontró en Catalina de Salazar
una mujer a su altura, y que aprovechó la ocasión que le dio este desagradable
trabajo para huir de su lado.
Pero Segismundo Luengo no lo ve de la misma manera, y su
relato tiene peso, es atractivo y convincente, y está fundamentado en documentos.
Él considera que el matrimonio fue un gran acierto, que entre los esposos hubo
gran amor y avenencia, que Catalina fue una mujer bella, inteligente y culta,
nada pueblerina, digna esposa de un hombre cabal.
Como explicación a la marcha del escritor a sus andanzas
andaluzas, Luengo propone varias. Una, aparentemente simple pero
psicológicamente plausible es la inquina contra el escritor de su suegra, y en
especial, del hermano menor de Catalina, que procuró hacerle la vida imposible.
Y da como razón fundamental el deseo de Cervantes de no vivir a costa de su
mujer de lo que producían las tierras, labor en la que nunca se sintió cómodo.
Por fin insiste Luengo en la necesidad que Cervantes sentía de vivir en
ambientes literarios, cerca de los editores de sus libros que le
proporcionaban, tras mucho insistir, sus medios de vida.
Anota también Luengo una última causa: la afición desmedida
de Cervantes por el juego de naipes, en el que ganaba y perdía mucho dinero, y
que Catalina repudiaba.. En fin, lo que separaba a Miguel de Catalina no era
Catalina, sino Esquivias, su aislamiento y falta de incentivos para un
intelectual.
Segismundo Luengo parece haber copiado una característica
cervantina: la visión positiva de las personas, de todas, sean las que sean.
Por ejemplo, su visión de la familia de Cervantes es comprensiva y suaviza las
aristas que casi todos ven. Sólo queda fuera de esta forma de ver el personaje
de Lope de Vega, al que Catalina desprecia y considera un hipócrita.
La novela está muy bien escrita, puesta en forma de Memorias
de la viuda de Cervantes. Las descripciones no se hacen fatigosas, los diálogos
son vivos, no arcaizantes, verosímiles, interesantes. El vivo mundo que
describe está lleno de interés, tanto en Esquivias como en Toledo, Alcalá de
Henares o Madrid.
Pudo ser así. Ya se ve que sobre los mismos datos se pueden
dar diversas interpretaciones, y que las
más benévolas suelen estar más cerca de la realidad, en especial en este caso,
ya que Cervantes es siempre agudo, inteligente y bondadoso en la interpretación de la España en la que le
tocó vivir para nuestro consuelo.
CATALINA DE ESQUIVIAS
Segismundo Luengo
Ed.Sial
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