La Biblia atestigua la extraordinaria visita de la Reina de
Saba al Rey Salomón , recién construido el Templo de Jerusalén. Parece que Saba
sería la actual Etiopía, aunque algunos aseguran que su territorio abarcaba
también la otra orilla del mar Rojo, el actual Yemen, que antiguamente se
llamba la Arabia feliz.
Existe al parecer un relato ancestral llamado el Kebra
Nagast, el Libro de la gloria de los Reyes de Etiopía, que pone a la Reina de
Saba y al Rey Salomón como el origen de la dinastía etíope, a través del hijo
de ambos Menelik.
Con estos elementos la autora francesa elabora un relato
imaginario sobre esta famosa Reina, que deslumbró Jerusalén con sus elefantes,
camellos y caballos, servidores y guerreros, riquezas sin fin, y se convirtió a
la fe de Yahvé, llevando consigo a todo su pueblo.
Abandona así los dioses de su pueblo, y se convierte en
depositaria del Arca de la Alianza en previsión de su destrucción futura.
La historia está bien contada, con lenguaje elevado, poético,
lleno de colorido, queriendo expresar el modo de pensar y de hablar de pueblos
orientales primitivos y simbólicos, para narrar mejor sucesos de hace tres mil
años.
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