Alejandro Magno es un mito de la historia como Aquiles, Julio César o –andando los siglos,- Napoleón. Su ambición conquistadora le llevó hasta las puertas de China, buscando los límites más allá del sol. Al frente de un inmenso ejército conquistó un inmenso imperio, desde Egipto hasta la India. La muerte en la plenitud de su poder y de su fuerza, fijó su mito, acrecentado después por los mil matices de una personalidad rica y compleja. No es un simple hombre de acción, sino que abarca otras facetas, como espiritualidad, reflexión, ambición, sensorialidad, capacidad de mando, de ternura, de crueldad, de ingenio, de generosidad…
Laurent Gaudé es un escritor francés nacido en 1972, graduado
en letras modernas, autor de varias obras de teatro y varias novelas. Con la
primera de ellas “El legado del rey Tsongor”, obtuvo por votación el premio
Goncourt des lycèennes. En 2004 obtuvo
el premio adulto de Goncourt con “El sol de los Scorta”.
La obra que nos ocupa lleva como título original “Pour seul
cortège”, que podría traducirse por “Como único acompañamiento” .Este ligero
matiz se pierde en la traducción que se ha elegido:”El último cortejo”.
Su argumento es el siguiente: en Babilonia, en una orgía,
Alejandro se desploma. Sus generales, aterrados, quieren tener un vaticinio de
vida o muerte, y mandan llevar a la vieja persa Sisigambis. Para convencerla es
preciso que vuelva a palacio Dripetis, la hija del rey Darío, la que, viuda de
Hefestión-el compañero del alma de Alejandro-ha buscado su libertad en un
templo colgante de las montañas del Aria.
El vaticinio es de muerte. Dripetis envía a su hijo recién
nacido a las montañas, para librarlo de la muerte a la que le condena su
sangre. En efecto, a la muerte de Alejandro, son asesinados todos sus allegados
y posibles herederos, y sus generales se disponen a luchar entre ellos. Los más
destacados son Pérdicas y Ptolomeo.
Se decide llevar el cuerpo de Alejandro a su Macedonia natal.
Dripetis se esconde entre los cientos de plañideras que acompañan el cortejo. Pero
Ptolomeo ataca el cortejo y cambia el rumbo: irán a Egipto y Alejandro recibirá
sepultura en Memfis. El que tenga el cuerpo tendrá el poder.
Dripetis ha tenido una comunicación interior con Alejandro, que
quiere descansar en Persia, en una Torre de silencio. Y consigue en secreto de
Ptolomeo el cuerpo, quedando en Memfis el suntuoso mausoleo mortuorio.
El cuerpo es echado en una Torre del silencio y su espíritu
apresado en una urna que contendrá su último aliento. Ahora serán 5 jinetes de
su guardia personal los que se dirigirán con la urna a las fronteras últimas
del imperio. Tendrán para ello la ayuda de Ericleops, el amigo fiel al que
Alejandro envió como mensajero de su amenaza al rey de la India. Ese mensaje le
costó la vida. Ahora guía al último cortejo de Alejandro a la ciudad de
Pataliputra donde le espera el Rey Chandragupta. Allí, antes de morir,
arrojarán el hálito de Alejandro más
allá de su última conquista.
Dripetis, que se ha salvado de la muerte y ha salvado a su
hijo, quedará como testigo.
Esta historia mítica la cuenta Gaudé de un modo original y polifónico.
Cada capítulo se compone de diversos fragmentos, piezas que van integrando la
historia. Por un lado la de Alejandro, su muerte y su entierro; por otro,
Dripetis, su afán de escapar y salvar a su pequeño, y también su afán por
cumplir el deseo póstumo de Alejandro; y después las voces misteriosas del más
allá de Ericleops y del propio Alejandro, que guían a los jinetes del último
cortejo. Esta mezcla de voces del mundo de los vivos y de los muertos crea un
tono especial, espiritualista, en el que todo resulta posible; en especial, que
el hálito de Alejandro resida en una urna y pueda ser llevado a los confines
del mundo, mientras todos creen que está enterrado en un mausoleo en Memfis.
Se trata de una novela breve, intensa, engañosamente
histórica, una especie de poema épico colofón de una vida extraordinaria. El
protagonismo de la princesa persa Dripetis introduce el punto de vista femenino
en una historia de violencia, ambición, lucha por el poder y audacia sin
límites.
En realidad, la idea que Dripetis defiende- no con palabras,
sino con hechos-es que los débiles son las víctimas de la ambición y el poder
de los “grandes hombres”, de su fuerza física, de su crueldad. Las mujeres, los
niños, los ancianos, son incapaces de competir en una lucha cuyas armas son la astucia,
la ambición de poder y la sensualidad. Por eso ella utiliza la única arma que
le queda: desaparecer, no competir, renunciar a las intrigas palaciegas para no
acabar siendo su víctima. La reflexión resultante es muy conocida: una
civilización es tanto más elevada cuanto más controla la fuerza física y más
atiende la razón de los débiles.
La historia de fidelidad ciega de Ericleops es otro de los
temas de fondo. Él recibe de Alejandro la orden de llevar su mensaje a un país
desconocido y hostil. Y su mensaje es de guerra, por lo que sabe que
trasmitirlo le costará la vida. Su cabeza cortada es la respuesta que recibirá Alejandro.
La fidelidad hasta la muerte de Ericleops representa el contrapunto a las
actitudes de los generales de Alejandro, que matan a sus herederos y se
destrozan entre sí por su herencia. Una herencia por otra parte imposible para
un solo hombre.
También es preciso destacar la actitud de los cinco jinetes
del cortejo final, hombres que pertenecieron a la guardia personal de
Alejandro; ellos abandonan las luchas por el poder, y ayudan a la princesa
Dripetis a realizar la última voluntad de Alejandro: dar su cuerpo a las torres
del silencio y llevar su aliento a la última frontera de su imperio. Y pagan
con sus vidas.
Con su tono heroico y su reflexión intimista, la novela lleva
a pensar en lo pasajero de las glorias humanas. La vida le fue arrebatada al
gran Rey en la cumbre de su juventud y su poder; y lo máximo que se pudo hacer
en su recuerdo fue un gran mausoleo falso y un intento de llevarle al confín de
su imperio. Y después, nada. Así nos lo cuenta Gaudé.
GAUDÉ LAURENT
El último cortejo
Salamandra 2013
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