La magnífica serie de Sony Pictures “Los Tudor” que TVE ha emitido en la práctica totalidad de sus 38 capítulos, nos ha acercado al reinado de Enrique VIII Tudor. Con una cuidadísima ambientación y una interpretación sobresaliente, la serie, basada en la obra de Michael Hirst nos ha introducido en la corte inglesa del siglo XVI, en la vida íntima del rey Tudor, y en las controversias religiosas que llevaron a la ruptura de la Iglesia de Inglaterra con la Católica romana, ruptura que cuatro siglos después aún perdura, aunque haya síntomas esperanzadores de entendimiento y unión.
Haber seguido –dentro de mis posibilidades- con enorme interés esta serie, protagonizada por el atractivo actor irlandés Jonathan Rhys Meyer, secundado por Natalie Dormer, Jeremy Northam, Sam Neill, Peter O`Toole y otros más, me ha llevado a interesarme por la lectura de una interesante biografía, no ya del rey Enrique, sino de su hija mayor, María Tudor, que fue Reina de Inglaterra durante apenas seis años, sucediendo a su hermano Eduardo VI, muerto en la adolescencia.
La autora de esta sólida biografía es la Profesora de la Universidad de Valladolid María Jesús Pérez Martín, fallecida prematuramente en 2006, que dedicó los veinte últimos años de su vida a investigar acerca de esta reina inglesa, nieta de los Reyes Católicos, que ha sido siempre maltratada por la historiografía.
REIVINDICACIÓN DE LA REINA MARÍA
Se podría decir que este libro, más que una biografía, es una reivindicación...En efecto, María ha pasado a la historia como una mujer sanguinaria (Bloody Mary) y fanática, cuyo corto reinado abrió paso a una época dorada: la isabelina.Era preciso humillar a María para destacar a su hermanastra Isabel y su largo reinado en el que se asienta el alma anglicana de la nación inglesa.Era preciso condenar a María, contra toda verdad y justicia.
Fue el Cardenal Newmann el primer inglés en defender a María Tudor, identificándola con su fe católica. El Cardenal se preguntaba porqué en una nación tan inteligente como la inglesa y en un siglo tan racional como el XIX se percibía tal odio y desprecio por la Iglesia Católica y sus defensores. Con vehemencia describía Newmann la actitud de sus compatriotas:
“Tiznadla, convertidla en cenicienta, no escuchéis una palabra de lo que dice .No la miréis; desfiguradla a vuestro antojo; será roja o negra, siempre absurda, siempre imbécil, siempre maliciosa, siempre tiránica…”
El pueblo inglés lleva cuatro siglos aborreciendo a María Tudor. Isabel, su hermanastra, será inteligente, magnífica, culta, patriota, creadora de prosperidad. María es obtusa, simple, retrógrada, grotesca, poco agraciada, cruel, fanática, vengativa., anti inglesa…Por eso no se puede establecer otra imagen más acorde con la verdad histórica, pues se rompería el primer eslabón del que pende la fe inglesa. Por eso el establishment tiene una verdadera imposibilidad de enfrentarse con la verdad de los hechos y los documentos, que dicen otra cosa muy distinta.
El lema del escudo de María Tudor fue “Veritas temporis filia”.¿No son cuatro siglos tiempo suficiente para que salga a la luz la verdad de esta mujer? ¿Ha llegado finalmente el tiempo de recobrar el verdadero rostro de María Tudor? Quizás sí, ya que los enfrentamientos religiosos y la mezcla de religión y política son cosas del pasado, favoreciendo así la progresiva aparición de la verdad histórica, gravemente herida por inaceptables prejuicios.
La vida de María estuvo llena, a la vez, de grandeza y de dolor. Hija el Rey de Inglaterra Enrique VIII y de su esposa, la Reina Catalina , hija de los Reyes Católicos, fue recibida con alegría y educada como Princesa de Gales. Fue grande su sufrimiento por la humillación a la que fue sometida su madre, repudiada por el Rey, y por la persecución a que sometió a madre e hija la segunda esposa de Enrique, Ana Bolena. Declarada bastarda, separada de su madre en plena adolescencia, se mantuvo firme gracias a la profunda fe heredada de su madre y a la educación recibida, que le daba una gran conciencia de su dignidad. Su madre fue su modelo de conducta en lo que se refiere a serenidad en el sufrimiento y fortaleza en sus convicciones más íntimas, así como una gran piedad con los necesitados y bondad con sus servidores.
Tras la muerte de su madre, mantuvo con firmeza sus creencias religiosas en un ambiente hostil; se mostró muy cauta, pues sabía que cualquier palabra podía acarrearle a muerte. Se apoyaba en su primo, el emperador Carlos de España, a través de su embajador en la corte inglesa, Chapuy.
Con gran dolor vio morir a sus mejores amigos por mantenerse fieles a Roma: Fisher, Moro y tantos otros. María sufre, teme y reza. Comienzan aquí sus dolores de cabeza y enfermedades, más del alma que del cuerpo.
Finalmente, su padre, incitado por su tercera esposa, le exige para volverle su favor que firme una humillante Acta de Sumisión, en la que reconoce la supremacía del Rey sobre el Papa, la ilegitimidad del matrimonio de sus padres y su propia bastardía. María, desgarrada de dolor, firma sin leer lo que le exigen. Desde entonces, su corazón está roto, su conciencia devastada, pero su situación en la corte mejoró.
Finalmente, su padre, incitado por su tercera esposa, le exige para volverle su favor que firme una humillante Acta de Sumisión, en la que reconoce la supremacía del Rey sobre el Papa, la ilegitimidad del matrimonio de sus padres y su propia bastardía. María, desgarrada de dolor, firma sin leer lo que le exigen. Desde entonces, su corazón está roto, su conciencia devastada, pero su situación en la corte mejoró.
¿Cómo era María? Su retrato más conocido, el de Antonio Moro, nos la presenta ya cerca de los cuarenta años. Elegantemente vestida, con una florecilla en la mano, con ricas joyas, nos presenta un rostro ajado por el sufrimiento, y un gesto que revela cierta dureza. Se conserva, sin embargo, un apunte de su rostro joven, hecho por Holbein, donde vemos a una amable joven, bella, delicada, de ojos brillantes y leve sonrisa.
María, en la corte, sin buscarlo, se convierte en el centro de la oposición católica a su padre. Tras la muerte de éste, es elevado al trono su hermanastro Eduardo, niño manejado por un grupo de nobles, que acentúan la represión anticatólica. María ya no tiene parapetos en los que refugiarse. No le dejan ver al niño, y con su hermanastra Isabel tiene un trato de lejana frialdad.
No tiene fácil María su acceso al trono .La camarilla gobernante, basándose en supuesto testamento de Eduardo, deshereda a María y a Isabel y ofrece el trono a una sobrina de Enrique: Juana Grey...
Para Maria ha llegado el momento decisivo de su vida.asiéndose a la realidad invisible y espiritual, a su fe en Dios, a su hambre y sed de justicia. Sabe que le corresponde el Trono, y se siente instrumento para volver el Reino a la obediencia a Roma. Su acceso al Trono entre el fervor popular es una verdadera epopeya.”Una sinceridad grande, profunda, genuina, impulsa el aliento heroico que la anima”.A caballo, al frente de sus seguidores, vestida con magnificencia, entra en Londres entre aclamaciones y bendiciones.
El amor espontáneo del pueblo por María y la justicia de su causa van a ser el fermento de las adhesiones que, prodigiosamente, se van aglutinando en torno a la Princesa María , aclamada ya como Reina”
“Lo primero que ordena María es que todos los prisioneros de sus condados queden libres: sus calabozos se habían llenado de gente cuyo único delito había sido expresarse favorablemente hacia ella cuando Eduardo VI todavía agonizaba”
En su reinado de seis años intentará por todos los medios reintegrar la Iglesia de Inglaterra a la obediencia de Roma. Para ello contará con la ayuda de un gran inglés: el Cardenal Reginald Pole, de familia aristocrática (su madre había sido aya de la Princesa y amiga de Catalina,). Pole había escapado de las manos del Rey Enrique y de sus asesinos a sueldo, refugiándose en Roma bajo la protección del Papa.
Es un proceso largo y complicado deshacer el laberinto de leyes creado por su padre. Y los nobles se niegan a devolver los bienes de la Iglesia que tan fácilmente llegaron a sus manos. María recibe apoyos, y muchas traiciones. Vive sobre un polvorín. Su reinado es turbulento. El país está enfrentado, desangrado y roto.
“María se levanta de madrugada, reza sus oraciones y oye misa en su capilla privada, y sin detenerse a tomar alimento trabaja en su despacho hasta la 1 o las 2 de la tarde, cuando toma un ligero refrigerio. Siempre está dispuesta a recibir no sólo a los miembros de su Consejo, de quienes oye cada detalle que concierne al interés público, sino a cualquiera que solicita audiencia, y sigue trabajando asuntos y escribiendo y contestando cartas con diligencia inagotable hasta bien entrada la noche.”
Es la Reina María Tudor una mujer inteligente y culta, que lee y se expresa en latín, francés y español además de su lengua inglesa. Tiene gran rapidez mental y elocuencia. Es asequible a todos, generosa en el perdón y la limosna, majestuosa y cuidadosa de su arreglo personal, que jamás descuida. Sufre por su débil constitución dolores de cabeza y palpitaciones.
Su padre nunca le había permitido casarse, por miedo a que cobrara fuerza su posición y se le enfrentara. Ha llegado la tardía hora de casarse y tener un heredero. El emperador Carlos le propone a su propio hijo, Felipe, al que nombra Rey de Nápoles para igualar en título a la Soberana. Más joven que ella, apuesto y recién viudo, Felipe llega a Inglaterra con un poderoso y rico séquito. María está dichosa y esperanzada, en especial porque va a tener alguien en quien confiar. Felipe permanece tras la boda casi un año en Inglaterra. Después tiene que partir. Sólo la visitará otra vez, un año más tarde. Por dos veces María tiene la esperanza fallida de ser madre. Felipe la trató siempre con el máximo respeto y deferencia no exenta de admiración, aunque no de amor. Ayudó a María en su labor de gobierno, pero el pueblo inglés no aceptó su presencia y ayuda.
Una de las mayores satisfacciones de María fue la aprobación por su Parlamento del Acta que declaraba legítimo el matrimonio de sus padres y la rehabilitación de Tomás Moro.
Murió serenamente, tras haber dictado su testamento, en el que pedía a su hermana Isabel la continuidad de su obra y repartía numerosas dádivas entre sus servidores.
Isabel Tudor reinó durante 44 años, y su reinado es recordado como una época dorada. Continuó la tarea de su padre, rompiendo de manera definitiva con la Iglesia Católica a la que quiso servir su hermana María.
En cuanto a las numerosas muertes por herejía o traición que jalonan estos tres reinados, los números de María son incomparablemente menores que los de su padre y su hermana. Razones de estado han hecho que ella sea llamada la sanguinaria, cuando fue una mujer cristiana, compasiva, humanista, en un tiempo tormentoso, en el que la condena a muerte por razones religiosas era contemplada como justa, para defender la unidad del reino. Grave error, origen de tantas injusticias, sólo en muy pequeña parte achacable a María.
Pienso que libros como el de la Profesora Pérez Martín contribuirán a que se cumpla el lema de la Reina María : “La verdad es hija del tiempo”.La verdad histórica pondrá en su sitio a esta mujer, a esta Reina, a esta “española inglesa”.
PEREZ MARTIN Mª Jesús
Maria Tudor, la gran reina desconocida
Ed Rialp 2008
Maria Tudor, la gran reina desconocida
Ed Rialp 2008
Muchas gracias Maguita, me ha gustado mucho, y he aprendido! Juan
ResponderEliminarYo tambiénaprendo mucho, además quiero leer el libro de la ilustre colega vallisoletana(q.e.p.d.). Tus síntesis son fantásticas. Sigue así y te seguiremos. Carmen
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