Decía con frecuencia aquél gran cinéfilo que fue Don Julián Marías, que si los norteamericanos hubieran tenido una historia tan rica como la nuestra en personajes y acontecimientos, hubieran hecho una películas extraordinarias; y remataba diciendo que ellos sólo tenían la conquista del oeste, y ¡vaya si explotaron el filón!
No acertamos los españoles en llevar al cine nuestro pasado; especialmente nos sucede con la etapa del imperio español, en la que nos pasamos o nos quedamos cortos. O Aurora Bautista o Pilar López de Ayala. ¡Pobre Juana la loca!
El Lope que nos presenta un (para mí) desconocido Andrucha Waddington deja un regusto de escasa ambición en el planteamiento. Parece como si los guionistas se hubieran documentado en Wikipedia, y no hayan sabido nada de Montalbán, Rennert y Castro, Astrana Marín, Vossler, Entrambasaguas, Zamora Vicente, González de Amezúa y demás conocedores de la vida de Lope. Es más, parecen no saber que el propio Lope dejó escrita esta parte de su vida en “La Dorotea”. En un reportaje leí que el director, creo que brasileño, reconocía que nunca había oído hablar de Lope de Vega. Así que la escasa ambición va unida a la escasa documentación, a la ausencia de asesoría literaria y cultural. Muchos detalles así lo atestiguan.
La película ha tenido una acogida moderada por parte de la crítica. En Film affinity consigue una valoración media de 5,8.Se la califica de biopic ambientado en 1588, y se dice que “El film tiene alma, una correcta ambientación y una narración entretenida, sin apenas acción” (Film affinity)
Otros críticos afirman que “despoja al personaje de la gola y lo reboza (¿) de celuloide. Un retrato ágil y entretenido”. (ABC)
“Pocos defectos salvo su obviedad. Ni un giro dramático que se salga del caminito más trillado” (El País).
En mi opinión, la breve historia de un joven que se debate entre dos amores podría haber sido de cualquiera, no forzosamente de Lope. Porque Lope fue, en palabras de Cervantes “un monstruo de naturaleza”, el “Fénix de los ingenios”, un torrente de inteligencia y creatividad. Fue un hombre de la palabra de la espada, vendaval amoroso, refinado poeta, cortesano venal, capaz de enormes locuras y enormes arrepentimientos. Es verdad que no todo a la vez, no todo en edad juvenil, pero ¿por qué nos niegan al genio? ¿por qué no se han atrevido a mostrárnoslo en su plenitud? ¿porqué no dejarnos ver el desarrollo del escritor, su éxito popular, su trabajo hercúleo, su genialidad?
En pocas palabras, yo lo que quería ver era un nuevo “Amadeus”. Después de esta película todos fuimos mozartianos. Después de Lope, no creo que nadie se anime a ir a ver una de sus obras teatrales o a leer su obra. Aquí todo es balbuceo, cuando en el genio todo es afirmación.
El protagonista, Alberto Aman, tiene una fina figura; pero su rostro es bastante inexpresivo, y carece de los matices de expresión y de voz que probablemente tenía Lope. Mejor están las dos actrices, Pilar López de Ayala y Leonor Watling; esta última hace un gran esfuerzo para componer una Isabel de Urbina que es de lo más matizado del film. Su “Así no…” en una escena erótica es de antología. Pero parece que los defectos de guión y de dirección no dieron a los actores las claves necesarias para componer los personajes. Así, cada uno anda por libre, y si Luis Tosar borda al fraile, Juan Diego sobreactúa en su empresario Velázquez.
Aunque se ha hecho un gran esfuerzo en reproducir fielmente el Madrid del XVI, creo que volvemos a caer en ese repetido tono marrón polvoriento que atribuyen a nuestro siglo de Oro. Callejas sucias y atestadas, maderas viejas, ropas viejas…todo es estrecho, oscuro y ruin. Lope habla con entusiasmo de Madrid, pero la película no nos muestra ninguna imagen atractiva de la ciudad, que es de suponer tendría el mismo aire sutil, el mismo cielo azul, el mismo Guadarrama que ahora tiene.
A pesar de todo, la película es entretenida, y los poemas de Lope, deliciosos. Las escenas eróticas son duras-es marca del cine español-, y los procesos psicológicos no se entienden bien; no se entiende cómo piensan, qué les mueve, qué les emociona y conmueve. Y el problema es que no está claro el género en el que nos movemos, si es película de aventuras, de amor, de época, de denuncia o de literatura. Se percibe la ausencia de ideas claras y de asesores competentes. Y el siglo XXI pesa demasiado.
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